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Cristóbal Santiago
y La Familia del Cuatro Puertorriqueño

Escrito por Heriberto Torres Vázquez y
publicado por primera vez en la revista del extincto
Instituto del Cuatro Puertorriqueño, de Marzo 1977

 

         Cristóbal Santiago nació el último día del año 1930, en el barrio Arrozal de Arecibo, a la sombra del cafetal, en un ambiente de típica ruralía, en un hogar y una familia donde todo el quehacer se orientaba hacia las tareas agrícolas. No logró terminar el tercer grado en la escuela más cercana, que entonces era la del Sector Yayalito.
        Cuando contaba sólo diecisiete años, murió su padre, convirtiéndose Cristóbal por esa circunstancia, en jefe y sostén de la familia. Buscando una fuente más generosa de ingresos, sale del barrio Arrozal para emplearse en las faenas agrícolas del cañaveral, donde percibe $1.73 por todo un día de agotadora labor.
        A los veintidós años se casa en Arecibo con Rosa Viruet, con quien ha procreado cuatro hijos.
        Cuando ya cuenta veinticinco años y mientras trabaja para sostener su familia, ingresa en la población del área metropolitana de San Juan, y logra que lo acepten para estudiar el séptimo grado en la escuela Rafael Mará de Labra en Santurce. De ahí saltó a la Esuela Superior Central donde se graduó en 1960.
        Cuenta Cristóbal que cuando tenía la corta edad de cinco años recibieron en casa de sus padres una parranda, y tan entusiasmado quedó con la música y el cuatro que quería irse con los músicos. Gran esfuerzo y paciencia costó calmar los gritos y entusiasmos del muchacho. mientras transcurría su vida de niño labrador en el barrio Arrozal, conoció a Nacho Martínez, rústico tocador y fabricante de cuatros, no menos rústicos. Pero eso era lo que había. En una ocasión cuando Cristóbal contaba como ocho años, quiso comprarle el cuatro que tocaba Nacho Martínez pero como todo su capital era $3.00, don Nacho le aconsejó que cortara un palo e hiciera uno. la frustración caló tan hondo en la consciencia del muchacho que se convirtió en reto obsesivo y cuando tenía doce años, con herramientas improvisadas, elaboró su propio instrumento.
        Luego en su vida apareció Aurelio Vázquez, con quien ocasionalmente se encontraba, le prestaba su cuatro mejor construido y de mejor sonido. Siempre resultaba alguna melodía nueva. Sus elementales conocimientos del instrumento lo llevaron a barrios vecinos para amenizar parrandas y rosarios cantados.
        En el año 1951 concurrió al programa Tribuna del Arte, dirigido por don Rafael Quiñones Vidal, participando en una controversia con otros seis cuatristas, resultando finalista la par con Toño Vélez, adjudicándoseles a ambos primer premio.
        Preocupado por la calidad del instrumento dio riendas a sus deseos de construir su propio cuatro, y en 1957 participó en el Certamen de Cuatros, Bordonúas y Tiples, auspiciado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, recibiendo una mención honorífica. Luego en 1968, con más experiencia como artesano y un pequeño taller, volvió a participar el Instituto de Cultura le otorgó el primer premio como fabricante de cuatros.
        Mientras tanto participó, bajo la dirección del Dr. Francisco López Cruz, en conjuntos de música folklórica con cuatristas experimentados como Roque Navarro, Juan Peña y Pascual Meléndez. Durante los días feriados y por las noches tocaba el instrumento el restaurante México en Puerto Rico, mientras durante el día trabajaba para un banco comercial de San Juan.
        Tal vez respondiendo al reto de Nacho Martínez, o tal vez sólo por su profundo amor al instrumento más típicamente nuestro, con grandes sacrificios y mayor fe, se comprometió para la producción en masa de cuatros, de calida y precios que pudieran competir con los instrumentos importados. Su gestión ha sido un éxito total pues en su taller ubicado a orillas del río Grande de Loíza, al lado este del puente de Carolina, confecciona y vende anualmente cerca de 1,000 cuatros puertorriqueños de diferentes estilos, pero de calidad máxima.
        Los cuatros elaborados en su taller, que se identifica como la Casa del Cuatro Puertorriqueño, gozan de prestigio y a aceptación general en todo el país y en el exterior donde hay comunidades de puertorriqueños. Preocupado porque el cuatro adquiera timbres de independencia, para que se pueda organizar agrupaciones sin la compañía forzada de otros instrumentos de cuerda y particular de la guitarra, Cristóbal Santiago recogió la idea y ha diseñado otros cuatros de similar forma, construcción y encordadura, pero que son afinados en octavas diferentes, ampliando la tesitura del cuatro clásico a una octava más baja y una octava más alta. La idea fundamental, que no es original de Cristóbal Santiago [nota del redactor: La idea de una familia de cuatros nace con el profesor Jorge Rubiano, quien comisiona al artesano Antonio Rodríguez Navarro a crear la primera Familia del Cuatro Puertorriqueño], sino que la hizo realidad llevándola a la práctica, comprende tres cuatros, afinados en distintas octavas, que ha denominado “La Familia del Cuatro Puertorriqueño” [nota del redactor: la familia de Santiago consistía de un cuatro soprano, alto, tenor y bajo, pero el autor nota su objeción en una nota al calce: Realmente Cristóbal Santiago incluye 4 cuatros en la Familia, pero por los problemas técnicos que representa y por ser intermedio entre el cuatro tenor y el cuatro soprano, consideramos que ni es necesario ni mejora la idea de la Familia del Cuatro] y que consta de un cuatro típico, el cuatro bajo, que se afina una octava más baja que el cuatro tenor, y el cuatro soprano, qu se afina una octava más alta que el cuatro tenor. El diapasón en los tres cuatros es similar, siendo similar también la digitación para el ejecutante. De maner que quien toca el cuatro tenor, puede tocar, sin ningún tipo de arreglo o trasposición, cualquiera de los otros dos cuatros, pero los estará tocando en diferentes octavas. Resultando que el ejecutante del cuatro tenor puede tocar cualquiera de esos instrumenos sin necesidad de ningún entrenamiento ni preparación adicional, ya se trate de un ejeutante que lo hace con música escrita o que no sabiendo leer música lo hace de oídas. [nota del redactor: aquí el autor añade un comentario al calce: El cuatro alto, que objetamos como miembro de la Familia no responde a estas ventajas.]
        Quienes comparten la idea de La Familia del Cuatro Puertorriqueño y han tenido ocasión de ejecutar o escuchar los tres instrumentos, “estandarizados” ya por Cristóbal Santiago, en cuanto a forma , afinación, tesitura y ejecución, vislumbrtan la formación de grupos orquestales de cuatros y la participación definitiva de nuestro instrumento típico en orquestas [sinfónicas].
        Los ejecutantes y sus instrumentos típicos nuestros esperan algo más del ingenio de los compositores y los arreglistas.