Carmelo Martell Luciano
Brillante artesano del instrumento nacional
Extraído de la Revista del Instituto del Cuatro Puertorriqueño Gracias a César Muñoz, Jr. y el cuatrista Gabriel Muñoz por esta bella foto.
Buscando raíces vivas de las que sirven de fundamento a nuestro obstinado apegamiento al instrumento que ha servido de vehículo de expresión para nuestro folclor, esta vez nos detuvimos en Babao, barrio Viví de Utuado. Era la tarde brillante y fresca del día 23 de mayo de 1975, y la entrevista fue en el taller del artesano Don Carmelo Martell Luciano, ubicado en el número 48 de la Avenida Esteves. Don Carmelo tiene a su favor sesenta y ocho años de vida abundante de caminos que van al monte, de experiencias rústicas, de amor al cuatro puertorriqueño y nuestra música típica. A pesar de los años acumulados, don Carmelo despliega gran actividad en su taller, diseñando, confeccionando y reparando instrumentos musicales de cuerda, esencialmente el cuatro puertorriqueño. Se muestra jovial y comunicativo, pero en todo, atado a un gran sentimiento religioso. Nació en el barrio Tetuán Arriba de Utuado, el día 4 de junio de 1907, hijo del labrador don Ramón Martell y doña Rita Luciano. Su señora madre, además de la típica ama de casa de entonces, era construyera y la cantadora de rosarios de aquel barrio y los vecinos. nos cuentan que por la proximidad del advenimiento de don Carmelo y hasta que doña Rita pasó a la cuarentena, se suspendieron los rosarios cantados en el barrio, los que usualmente se daban todos los sábados, resultando que cuando don Carmelo tenía aproximadamente mes y medio de nacido lo llevaron al primer rosario cantado. El niño continuó asistiendo, con la demás familia, a esas actividades religiosas y asi se fue relacionando con la música típica. Cuando don Carmelo contaba como siete años, unos de sus tíos le regaló el cuatro que había sido de don Dionisio Luciano, abuelo materno, ya fallecido. El instrumento tenía la forma típica de entonces—cuatro cuerdas de cuero, los trastes de cordel atado al brazo del instrumento y clavijas de madera. Más tarde uno de sus tíos paternos le regaló una guitarrita rústica, de cinco cuerdas que utilizaba para tocar acompañamiento. A este instrumento a veces lo llamaban lira o malanga. Sólo cursó hasta el tercer grado en la escuela rural del barrio. Nadie le enseñó a tocar el instrumento, pero cuando tenía once años y en sus postreros días de vida escolar, amenizó una actividad de maestros y condiscípulos, tocando el cuatro. Esa fue su primer aparición en público. La lucha por la existencia para don Carmelo, con un cuadro de quince hijos, era difícil, pues sólo contaba con su disposición para trabajar sin ninguna destreza particular y en tiempos de precaria economía para todo el país. En la década de 1940, trabajando en obras consecuentes del tiempo de guerra, adquirió destrezas de carpintero. En su tiempo libre se dedicaba a la reparación de instrumentos de cuerda. En el año 1952, buscando mejores ingresos para sostener su familia se fue a Estados Unidos. Allá trabajaba en una factoría. cinco años más tarde regresó a Utuado seriamente enfermo: físicamente limitado. Entonces, menguado el ánimo, ante la incertidumbre de una fuente par la subsistencia suya y de su familia, se dio de nuevo a la tarea de reparar instrumentos. Su tiempo sin compromisos, y cuando el dolor físico se lo permitía, lo dedicó a construir un cuatro representando el mapa de Puerto Rico, para dejárselo como recuerdo a su familia. Esa tarea duró tres años, al cabo de los cuales consideró concluida su obra, y hallándola buena, la exhibió en el programa Tribuna del Arte, por radio y luego por televisión, donde fue premiada. De ahí en adelante el público que visitaba su taller fue cada día en aumento. muchos a encargarle la confección del instrumento clásico y otros en busca de algo raro, alguna forma distinta, pero con el sonido y las notas del cuatro. Queriendo producir lo que el público le pide, don Carmelo ha confeccionado numerosos cuatros utilizando como caja sonora higüeras y güiros de diferentes formas y tamaños. Igualmente ha dado a las cajas sonoras del instrumento formas diferentes, producto de su imaginación o capricho. En la actualidad y cuando menos lo esperaba, tiene el tiempo suficiente para satisfacer órdenes de sus clientes. Don Carmelo pertenece a la congregación de la Iglesia Mita y ello no le permite ejecutar el instrumento dentro del ambiente que hasta el presente ha sido el más propicio. Pero no obstante a ello, conserva en su memoria algunas de las piezas que en otros tiempos fueron frutos de su inspiración. Entre esas piezas están la danza “Ondas del Viví”, el vals “Carmencita” y otras que no han trascendido. Aunque en la elaboración del instrumento, don Carmelo no se ajusta a lo clásicamente típico, en la ejecución del cuatro sigue fiel a la montaña. |